martes, 4 de octubre de 2011

Hórreos y cementerios. Galicia.

El hórreo fue una construcción auxiliar indispensable en la vida campesina del norte húmedo peninsular y en pleno uso hasta la llegada de la crisis del sistema agrario tradicional. Su buena adecuación a unas necesidades climáticas muy específicas hizo que fuera adoptado en áreas muy diferentes del norte húmedo, con ciertas adaptaciones formales según las zonas.

Bajo diferentes denominaciones y tipologías, encontramos hórreos en Galicia, norte de Portugal, Asturias, provincia de León, Cantabria, País Vasco y Navarra. Se estima que se conservan en Galicia unos 30 000 hórreos, unos 10 000 en Asturias, unos 400 en León, unos 30 en Cantabria, unos 20 en Navarra y cantidades casi testimoniales en el País Vasco, además de un número indeterminado de espigueiros en Portugal y de una cantidad también desconocida de cabazos móviles vegetales en Galicia.



Las peculiaridades de la estructura de la propiedad de la tierra y la dispersión de la población permitieron que el hórreo mantuviera su razón de ser sobre todo en Asturias, Galicia y norte de Portugal.13 El área de convivencia del hórreo tipo asturiano con el tipo gallego-portugués tiene su límite oriental en el río Barayo, en correspondencia directa con la estructura geológica subyacente, conocida como «Cabalgamiento de Barayo». El límite occidental de esta área no está estudiado con detalle, pero abarca sectores de la sierra del Caurel.



El hórreo fue una construcción auxiliar indispensable en la vida campesina del norte húmedo peninsular y en pleno uso hasta la llegada de la crisis del sistema agrario tradicional. Su buena adecuación a unas necesidades climáticas muy específicas hizo que fuera adoptado en áreas muy diferentes del norte húmedo, con ciertas adaptaciones formales según las zonas.

Un hórreo es una construcción destinada a guardar y conservar los alimentos alejados de la humedad y de los animales para mantenerlos en un estado óptimo para su consumo.1 Se caracteriza por mantenerse levantado sobre pilares para evitar la entrada de humedad y de animales (especialmente ratones y otros roedores) desde el suelo y por permitir la ventilación a través de ranuras en las paredes perimétricas.



En 1918 el antropólogo polaco Eugeniusz Frankowsky registra el uso de graneros aéreos en la península Ibérica, región de los Alpes, península Escandinava, área de los Balcanes, África subsahariana, Persia, Sureste Asiático, Japón, península de Kamchatka y áreas del estrecho de Bering, empleados para la conservación del cereal.

La especificidad del hórreo como tipología reside en su unión con el cultivo del maíz y a su maduración y secado en zonas de clima atlántico. El uso del hórreo se extiende por buena parte del norte de la península Ibérica, con especial abundancia en la región costera noroeste, en áreas en las que la pronta llegada de un invierno largo, frío y húmedo obliga a realizar cosechas tempranas.






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