martes, 5 de mayo de 2009

Así fue Madrid. Parroquías del arrabal.

Además de las diez "parroquias del Fuero" que menciona la carta foral de 1202, todas ellas intramuros del recinto cristiano, Madrid dispuso durante la Edad Media de otras dos en los arrabales, San Ginés y Santa Cruz, existentes casi con certeza ya en el siglo XIII, del monasterio benedictino de San Martín de fines del siglo XI y comienzoas del XII y de dos conventos Santo Domingo el Real y San Francisco de principios del siglo XIII.
La parroquia de La Santa Cruz tuvo sus orígenes no antes del siglo XIII, tomando seguramente advocación de origen extranjero y situándose en el camino de Atocha. No creemos sino fruto de la imaginación las afirmaciones de Quintana en el sentido de hacerla "en sus principios Ermita", luego "en tiempo de los Árabes (...) Iglesia Mozárabe, por estar fuera de los muros", y más adelante, "como con la deuoción de nuestra Señora de Atocha fuessen muchos por aquella parte haziendo a trechos caserías (...), hiziéronle Beneficio rural (...), y era vno de los más estendidos que auía en Madrid, pues todo lo que toma al presente la Parroquia de San Sebastián estaua dentro de su colación". Estaba situada en la confluencia de las calles actuales de Esparteros y Bolsa. El templo sufrió dos incendios, en 1620 "en que se quemó la sacristía con muchas alhajas, ornamentos, y papeles" y 1763 "en que padeció toda la Iglesia consumiéndose las Imágenes, pinturas, alhajas, y hasta el Santísimo Sacramento, y hundiéndose la media naranja". Se terminó de reparar en 1767, y fue finalmente derribada, ya de modo definitivo, entre 1868 y 1869. Parte del solar se empleó para ensanchar la plaza y calles adyacentes. La iglesia actual, obra de Francisco de Cubas y Miguel Olabarría, fue construida en 1902 sobre un solar cercano pero distinto al original, en la calle de Atocha, 6. La torre de esta parroquia era llamada atalaya de la corte, en contraposición a la de San Salvador, que se conocía como atalaya de la villa. Ambas ostentaban los blasones de la villa y tenían relojes cuyo mantenimiento corría a cargo del propio Ayuntamiento; además, eran las encargadas de tocar las campanas cuando ocurría un incendio. Ésta de Santa Cruz se derribó por ruinosa en 1632, y la construcción de una nueva, que comenzó en 1634, no concluyó hasta 1680.

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